Querido
recién llegado a la política, te escribo esta carta para desmentir algunas de
las insidias que desde hace tiempo se reproducen en los medios de comunicación,
antes de que calen más hondo; y además para orientarte un poco en tu nueva
profesión, que seguro que ejercerás con el mismo orgullo que nosotros. Y es que
no has de ver odio o rencor en las palabras que algunos de mis compañeros
profieren en la prensa o en las tertulias televisivas. A nosotros no nos
importa que lleguen nuevas caras a la política de éste país, nunca lo hemos
hecho, pero siempre y cuando se esté preparado para el cargo que se va a
ostentar. La historia nos dice que cada vez que alguien con principios ha
ostentado el poder ha terminado por acaecer un desastre absoluto, para nosotros
claro. Así que he decidido escribirte estas líneas para intentar corregir éstas
actitudes antes de que sea demasiado tarde, visto que tal y como van las
encuestas es muy probable que acabemos estrechándonos las manos.
Antes
que nada, debes saber que no usamos nunca la palabra “casta”, al menos con la
gente de afuera. No es un tabú gratuito, si todo el mundo fuera por ahí pensando
que somos más que ellos tarde o temprano alguien diría “por qué yo no”, y se
armaría la marimorena. Es más, tampoco
hacemos aquellas cosas que son propias de una “casta”. Hacemos más horas en el Congreso
que un reloj, vamos a trabajar en transporte público y, aunque viajamos mucho,
lo hacemos para trabajar; y nada de esto es mentira. Si la conciencia te
molesta, debes pensar que el Candy Crush y el Apalabrados cuentan como “formación”,
que los coches oficiales deben considerarse como “transporte público” puesto
que lo pagan todos los españoles, y que “trabajarse” a alguien durante un viaje
cuesta mucho esfuerzo.
En
segundo lugar, hay que tener cuidado con el populismo. Un poco de populismo es
bueno, especialmente cuando se acerca la campaña electoral. ¿Quién no ha dicho
nunca “es cierto que no hemos cumplido esta promesa electoral pero si me votas
a la siguiente seguro que si”? Pero todo tiene un límite. Es cierto que algunas
ideas vuestras me han parecido muy acertadas, por ejemplo eso de la “renta
básica”. Bravo, es un ejemplo claro de medida populista con un alto índice de
éxito, ¿Quién en sus sanos cabales no votaría a favor de tener cuatrocientos
eurazos por la cara cada mes? Pero siempre y cuando no se cumpla, claro.
Excusas puedes poner las que quieras, mi favorita es “Ahora hay otras
prioridades para la ciudadanía”. Y ya, si eres muy “artista”, puedes “cumplirla
pero no cumplirla”. Mira Zapatero y sus 400 euros, en la práctica la forma de cobrarlos
era tan complicada que nadie los quería. También puedes fijarte en las bajadas
de impuestos de Aznar: se baja un impuesto y se sube otro, balanza equilibrada.
Pero
lo que más nos saca de quicio a los neoliberales es vuestra actitud hacia los
problemas de la gente. Ya sé que nuestra tarea como trabajadores públicos es
hacer la vida a los demás mucho mejor, pero pensad en esto: si, mañana, resolviéramos
todos los problemas que aquejan a la ciudadanía, ¿qué pasaría con nosotros? Yo
os lo diré: los ciudadanos empezarían a creer que, puesto que sus necesidades están
cubiertas y hay bienestar, ya no servimos para nada, y nos echarían a patadas.
Quizá con botas de seda, pero a patadas. ¡Y entonces ya me explicarás como nos
ganamos la vida! Pero ojo, si los ciudadanos perciben que no realizamos nuestra
tarea también pensarán que somos inútiles y acabaríamos con una bota en el
culo, y ésta no tan cómoda; así que lo que hacemos es hacer creer que los
resolvemos. O que trabajamos para resolverlos. Y cuando pasa demasiado tiempo y
puede pasar que no nos crean, pues o lo resolvemos y creamos otro, o lo
resolvemos pero no lo resolvemos. O, si tienes mucha jeta, lo empeoras y le
pasas el favor al siguiente. Un buen problema puede asegurar un par de
legislaturas, garantizado.
Y
bueno, de momento me despido, no sin antes reconocer que, al menos, en el tema
fiscal, progresan adecuadamente. Parece que han entendido que la vida es corta,
pero la legislatura más, y que hay que procurarse en un tiempo corto un capital
que permita seguir siendo un respetado representante de la ley. Eso sí, las
formas aún son muy chapuceras. Hasta un simple policía de barrio (con todo el
respeto a las fuerzas y cuerpos de seguridad del estado), habría podido
encontrar esos detallitos de hacienda. Y la cuantía… con eso no da ni para la
letra del Chalet en Las Rozas. Y, sobretodo, nunca, nunca, nunca se regulariza
la situación; siempre se niega todo, de todas las formas posibles y en todos
los lugares posibles. Y si se ponen muy pesados siempre puedes hacer la del
calamar (o la de Granados) y convertirte en adalid de la corrupción. Como mucho
te la puedes jugar si se convoca una amnistía fiscal, pero aun así a veces hay
quien se entera. Nos vemos en la bancada.
Afectuosamente, tu amigo
neoliberal.
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