Ser superhéroe no mola nada. ¡Y lo digo yo, que era uno de ellos! Al menos hasta esta mañana. Parece ser que ayer noche me picó una araña namequiana radioactiva alimentada con criptonita. Y claro, después de eso te despiertas un poco diferente.
He descubierto mis superpoderes en la ducha, a veces mientras espero que se caliente el agua intento acelerar el proceso concentrando mi energía en las manos. Normalmente nunca pasa nada, pero ayer abrí un boquete del tamaño de un balón de fútbol en la pared. Claro, mi madre ha subido al oír el estruendo y se ha encontrado el “pedazo bujero”. Yo, contentísimo, iba a contarle mi descubrimiento, pero no me ha dado tiempo: antes de abrir la boca ya me había dicho
- ¿Qué te he dicho acerca de hacer agujeros en la pared? ¡Lo vas a arreglar tú!
- Pero mamá, ¡es que tengo superpoderes!
- ¡Pues utilízalos para ordenar el baño, y ahora mismo voy a llamar al médico para que te vea esa peca verde tan rara que te ocupa toda la cara!
Después de eso me he ido a probar mis nuevos poderes en la calle. Primero he intentado volar, pero eso no es nada fácil. Coger altura cuesta, y además has de poner los seis sentidos (cinco más el arácnido) alerta para no darte de cabeza contra una de esas luces de navidad, que aguantan puestas hasta fallas, y electrocutarte. Cuando he cogido algo de práctica me he dado una vuelta por el centro, ¡y ha sido alucinante! He recorrido en pocos minutos la orilla del rio, la calle Colón, la Plaza del Ayuntamiento… he aterrizado justo ahí, para descansar un poco, y entonces un agente de la policía local me ha multado. Al parecer me ha venido siguiendo a toda velocidad, y me ha puesto 500 euros de multa por exceso de velocidad y saltarme tres semáforos. Mis intentos de explicarle que era un superhéroe no sirvieron de nada: en este mundo sin capa no eres nadie. Eso si, me recomendó que un médico me viera el sarpullido verde que me ocupaba toda la cara.
Visto que por el día era demasiado peligroso probar mis superpoderes me marché a comer a casa, ya haría más pruebas al anochecer. Además, tocaba arroz al horno, ¡y no es cosa de llegar tarde! Me senté a la mesa, no después de lavarme las manos cinco veces (por las puñeteras telarañas que no dejaban de salir), pero se me fue el apetito. De repente el arroz, el tocino, las costillas de cerdo… no me atraían. Aun así comí como pude para no hacer un feo a mi madre (que nunca se debe hacer), pero no quité el rabillo del ojo de la mosca que revoloteaba por la cocina.
Por la tarde quise quedarme un ratito viendo la tele, y entonces me di cuenta que también tenía superinteligencia. De repente “hombres, mujeres y viceversa” había dejado de ser un estúpido programa: ahora dolía de verdad. Y hacer “zapping” no solucionaba demasiado, los programas de tele realidad me golpeaban como enormes “kame-hames” lanzados por mi televisor, excepto la dos, claro. Me di cuenta que estaría toda la vida abonado al “National Geográfic” y los documentales de “La Dos”.
Nada más caer la noche me fui a dar un garbeo a probar otros poderes nuevos, y lo primero que debo deciros es: “no uséis la hipervelocidad a menos que tengáis hiperfrenos”. Mas que nada porque, aunque tengas músculos de acero, un farolazo en medio de la frente duele. Justo después de recuperarme des trastazo vi una pobre señorita que lloraba porque intentaba llegar a su casa y había perdido las llaves, una ocasión perfecta para probar mis habilidades trepadoras y mi superfuerza. Así que me subí la chica al hombro y trepé por su edifico hasta la planta doce, que era la suya, ¡una experiencia alucinante! Claro, que si la chica tiene vértigo y no para de pedir “socorro” la cosa desluce un poco. Y más si el “Jaume I” y otro helicóptero empiezan a dar vueltas alrededor tuyo y a pedirte que te rindas: un marrón. La chica dándome patadas… los aparatos dale que te pego, disparando… claro, yo soy un superhéroe y las balas no me hacen nada, así que empecé a decirles que no dispararan, que era inútil y que sólo ayudaba a la señorita, y ellos ni caso. Entonces rompí de un puñetazo la ventana, dejé a la señorita en su piso y me dispuse a bajar. Entonces sucedió el desastre: se me resbaló una mano y me caí. Doce pisos. Claro, mi cuerpo es muy duro y soportó la caída, pero la tapa de alcantarilla de debajo no. Y repeler la suciedad no es un superpoder.
Así que ya ven, esta mañana he ido al médico y me ha sacado el veneno de la araña radioactiva namequiana alimentada con criptonita, paso de superpoderes. Bueno, de todos no, me he quedado con uno, ¡no sabéis lo que se liga siendo Duffman!
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