dilluns, de novembre 25, 2013

Jaroslav Hasêk y su máquina del tiempo

Todo el mundo debería leer "las aventuras del buen soldado Svejk". Los antimilitaristas porque entre las novelas que más fielmente reflejan los disparates bélicos y la absurdidad de las guerras, ésta es una de las mejores sin duda; y los amantes de las armas porque quizá les empuje a reflexionar un poco. Los que conocen la novela suelen destacar de ella que es capaz de retratar fielmente una contienda bélica como la "primera gran guerra" con grandes dosis de humor negro; yo sin embargo además de eso me quedo con que es una obra atemporal, y que a pesar de haber estado escrita a principios del siglo XX solamente se puede atisbar su época por el estilo de escritura. Por lo demás parece cuando la lees que son las reflexiones de un autor contemporáneo y muy bien documentado, que defiende tesis antimilitaristas poniendo como escenario la I guerra mundial. Gran parte de la novela fue dictada por Hasek, gravemente enfermo; y de hecho nunca la llegó a terminar. Nunca supo que había construido una gran máquina del tiempo. Y como a las palabras, hechos, os dejo aquí un pequeño fragmento que refleja claramente lo que digo.

“Nuestro coronel prohibió a los soldados que leyeran los periódicos, ni siquiera el “Pradzé Urední Noviny”. En la cantina no pudieron envolver la salchicha y el queso con papel de periódico. Desde entonces los soldados empezaron a leer y nuestro regimiento se transformó en el más culto. Leímos todos los periódicos y en todas las compañías se hicieron versos y canciones sobre nuestro coronel, y cuando pasaba algo en el regimiento siempre se encontró en la tropa un benefactor que lo llevara al periódico con el título: “malos tratos a los soldados”. Y no bastó con esto. Escribieron a Viena, al diputado, diciendo que tenía que ocuparse de ellos, y presentaron una interpelación tras otra diciendo que nuestro coronel era una bestia y cosas de ésas. Un ministro nos envió una comisión para que hiciera indagaciones sobre ello y entonces a un tal Franta Hentschl le cayeron dos años porque había sido él quien se había dirigido a Viena por la bofetada que el coronel le había dado en el campo de ejercicios. Luego cuando la comisión se marchó, nuestro coronel nos hizo formar a todo el regimiento y dijo que un soldado es un soldado, que tiene que cerrar el pico y seguir con su servicio aunque haya cosas que no le gusten, que si no lo que se hacía era un acto de insubordinación. “De modo que vosotros, canallas, creíais que esta comisión iba a ayudaros”, dijo el coronel. “¡Y un jamón que os ayudará! Y ahora todas las compañías desfilarán delante mío y repetirán en voz alta lo que he dicho”. Así pues, marchamos una compañía tras otra mirando a la derecha, donde estaba el coronel, con la mano en el portaescopetas, y le gritamos “De modo que nosotros, canallas, creíamos que esta comisión iba a ayudarnos. ¡Y un jamón que nos ayudará!” El coronel rió tanto que tuvo que apretarse la barriga, hasta que pasó la undécima compañía. Esta marchó con paso firme y cuando llegó al coronel, nada, silencio, ni una palabra. El coronel se puso colorado como un tomate y le mandó que retrocediera para repetirlo. Desfila y calla una hilera tras otra mirando descaradamente al coronel. “¡Descanso!”, dice el coronel y se pasea patio arriba y abajo dándose latigazos en la caña de la bota, escupe, luego de repente se detiene y grita: “¡Rompan filas!”, se sienta en el caballo y se va. Nosotros esperamos para ver qué le pasaría a la undécima compañía y como si nada. El coronel no volvió a aparecer por el cuartel. Tanto la tropa como los grados y oficiales se alegraron mucho. Entonces nos mandaron a otro coronel y del anterior dijeron que estaba en el sanatorio porque había escrito de su propia mano una carta a Su Majestad diciendo que la undécima compañía se había sublevado.”